Esta
mañana ha tocado limpieza de mi habitación. Reconozco que uno es
muy desordenado dentro de su propio orden, y cuando mi madre me da el
toque de atención me pongo rápidamente a ponerlo todo “en su
sitio”. Así que al abrir los cajones de mi escritorios has aparecido... un vendaval de recuerdos ha venido a mi mente.
Llegaste
a mi vida el día de mi comunión, hace ya mucho tiempo. Y aunque al
principio te tuve que compartir con parte de la familia (mi prima no
te soltó en todo el banquete) nos hicimos muy buenos amigos y me
mostraste un mundo lleno de diversión y jugabilidad. Nos acompañaron
Mario, Megaman, Robocop, Kirby, Wario, las fichas del Tetris o los
luchadores del Mortal Kombat. Además de vez en cuando llegaba a tus
circuitos algún cartucho pirata y, aunque ya se que quizás no te
caían bien del todo, al final entendías mis ansias de jugar.
Lo
malo fue que el tiempo no pasaba en vano y empezaste a hacerte mayor.
Necesitabas pequeños retoques (pegar el protector de la pantalla por
ejemplo) y tus competidores empezaban a hacerse fuertes. Pero
continuabas ahí, por si alguna vez me apetecía echar la vista atrás
y volver a sentir tu fuerza portátil. Y cuando llegó tu hermana
Pocket te portaste fenomenal y no tuviste dudas a la hora de
acogerla. Otra cosa fue el torbellino que resultó Nintendo DS porque
la novedad hizo que te apartara de mi lado...
Descansas
cerca de mi y te tengo muy buen cuidada, y eso hace que cada vez que
te vea me acuerde de los buenos momentos. De hecho, y aunque pueda
jugar a todo tu catálogo a través de la última de tus hermanas,
prefiero tu tacto y tu pantalla verdosa para volver a ser un niño.
Gracias por todo, Game boy.
Gracias por todo, Game boy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario